
José María Velasco Gómez realizó esta pintura en 1875. En ese año México era gobernado por Sebastián Lerdo de Tejada, el cual ascendió a la presidencia al morir Benito Juarez. México ya había sido invadido por Francia y Estados Unidos, ya había perdido más de la mitad de su territorio original, cargaba con una terrible deuda y conflictos internos no le permitían crecer económicamente. Al pasar por México en 1803, Alexander von Humboldt se había referido al valle de México como "la región más transparente del aire". La pintura da testimonio que 72 años después lo seguía siendo. Lerdo de Tejada no gobernaría por mucho tiempo. Tras unas elecciones donde se sospechaba de fraude, el general Porfirio Díaz se levantaría en armas para derrocar a Lerdo de Tejada y asumir la presidencia de la república en 1876, puesto del que no se desprendería (salvo un par de periodos cortos) hasta 1911. Esta pintura muestra el valle de México en la antesala del porfirismo. El porfirismo resalta por dos aspectos. Por un lado, un periodo de estabilidad en donde México empezaría a crecer económicamente y se empezaría a industrializar. Por otro, un periodo en donde dicha estabilidad se alcanzó a costa de una enorme represión, la cual aumentó la brecha de desigualdad en México. Con la industrialización vinieron las máquinas alimentadas con carbón. Progreso. Debido al sistema económico con el que hemos crecido es imposible disociar el concepto de progreso con la idea de fábricas, crecimiento de zonas urbanas, aumento de vías de comunicación, acceso a la gente a automóviles, aeropuertos más grandes y con mayor tráfico de vuelos. Pero en la idea de progreso rara vez se toma en cuenta el costo ambiental que se paga. Ahí la flecha no ha ido hacia delante, si no hacia atrás. No es progreso, es retroceso. Por esas mismas épocas, el imperio británico era gobernado por la Reina Victoria y Londres ya se había convertido en la ciudad más rica y poblada del mundo. El "progreso" iniciado por la revolución industrial había hecho de Londres un imán para todos aquellos que buscaban trabajo. Ese progreso creó fortunas inmensas (para unos cuantos) pero convirtió a Londres en un lugar apestoso y tóxico. La cantidad de fábricas quemando carbón llenaba de humo las calles. Fue ahí cuando se inventó la palabra "smog", una mezcla del humo de las fábricas (smoke) con la famosa neblina londinense (fog). El rio Támesis, que por siglos había proveído de agua a la ciudad, ahora se desbordaba en desechos humanos y animales muertos. La gente migraba a la gran ciudad en búsqueda de empleo y una mejor vida, sin darse cuenta que el costo a pagar era precisamente la calidad de vida ¿Les suena familiar?. Después de un periodo en el cual la ciudad se empezaba a asfixiar en sus propios gases en 1952, el gobierno creó leyes para atacar el problema. Aunque hoy en día Londres todavía sufre programas de contaminación, los días de smog y peste del Támesis han quedado atrás. La Ciudad de México hoy en día pareciera estar en ese periodo londinense de finales del siglo XIX, en donde los pocos cuerpos de agua que quedan están sumamente contaminados, apestosos y el aire mismo por varios días al año es tóxico. Por un deseo de progreso industrial el Valle de México a pagado con un terrible retroceso ambiental. La ciudad al ser en si misma una potencia económica ha sido polo de migración, causando una sobrepoblación que Jose María Velasco nunca hubiera podido creer. La región más transparente ha dejado de existir y las vistas hacia los volcanes es un gusto cada vez más raro. Pero hay esperanza. Hoy en día al ser más visibles las consecuencias de la contaminación cada vez son más voces las que piden acciones para mejorar el aire de esta ciudad. Cada vez son más personas que adquieren conciencia de que esto no puede seguir así. Cada vez son más personas que optan por no usar el coche y buscar otras alternativas de movilidad, incluida la bicicleta. Cada vez son más personas que saben que el precio económico a pagar bien vale la pena, si no es que incluso es pequeño frente a los potenciales beneficios. La posibilidad de que la Ciudad de México vuelva a ser rodeada por lagos y ser cruzada por canales es muy remota. Esa ciudad que maravilló a Humboldt ha quedado en el pasado. Sin embargo, tengo la esperanza que en vez de que los días de contingencia sea cada vez más comunes, podamos revertir la tendencia y tener más días en los que sea posible ver los volcanes. Tal vez en un futuro sea común subir al cerro Zacatenco y admirar por encima de los edificios las vistas que inspiraron a Jose María Velasco.
Comments