Cuando a México le tocó volver a ser sede del campeonato mundial de futbol, yo apenas tenía 4 años. Los partidos en sí no los recuerdo, pero recuerdo mucho las emociones alrededor de estos.
Para ese mundial mi papá decidió que merecía tener una tele nueva, una Sony. No solo era una ocasión especial por ser México la sede, también lo era por uno de sus protagonistas, un futbolista argentino que ya apuntaba a ser uno de los más grandes de la historia: Diego Armando Maradona.
A Maradona lo recuerdo con más claridad en el mundial de Italia 90. Mucha gente, incluido mi padre, esperaban que repitiera las proezas del mundial anterior, sobre todo porque junto con la selección de Argentina, volvieron a llegar a la final. Pero el destino no estuvo de su lado y con un penalti a favor de Alemania, Argentina no pudo alzarse con la copa. Alemanía tuvo su venganza a lo que pasó 4 años atrás.
En casi todos los mundiales de futbol, el partido que más se recuerda es del final. En el mundial de México 86 Argentina venció a Alemania con 3 goles a favor sobre 2 en contra. Pero en ocasiones hay partidos que por el contexto histórico y por lo que en estos sucede, eclipsan totalmente al del final. Creo, fue el caso en México 86. Cuatro años antes, en 1982, la junta militar argentina, en búsqueda de explotar el sentimiento nacionalista de los argentinos, invadió las Islas Malvinas. Estas islas, en otras partes del mundo, se les conoce como Falkland, uno de los territorios británicos de ultramar. Probablemente la junta militar pensaría que al ser un territorio tan alejado del Reino Unido, este haría poco por intentar recuperarlo. Tal vez pensaron que el Reino Unido preferiría llegar a un acuerdo antes de gastar en una campaña militar. O tal vez tenían confianza que su fuerza militar podría repeler cualquier intento de los ingleses de recuperar las islas. Como sabemos, la derrota fue tan humillante, que solo hizo que aumentara el descontento de los argentinos con aquella dictadura militar. Aunque fue un movimiento torpe por parte de la dictadura, el orgullo nacionalista argentino quedó lastimado y el encuentro con los ingleses en cuartos de final del mundial de México 86 era un escenario ideal para tomar venganza. Fue en ese partido en el que Diego Armando Maradona demostró al mundo porque era el mejor futbolista. Su primer gol en ese partido, hoy en día con el VAR, se lo habrían anulado. Pero en ese entonces todo dependía de qué tan bien el árbitro viera la jugada y este vio un gol de cabeza. Aunque fue una trampa que Maradona usara la mano para empujar esa pelota, también es parte de esa destreza que solo se podía ver en el futbol latinoamericano; a cualquier europeo se le hubiera notado claramente esa mano. Pero como si Maradona supiera que iba a ser duramente juzgado por haber hecho un gol tramposo, para el siguiente pintó sobre la cancha su obra maestra. Para muchos, ese gol en el que tomó el balón desde la media cancha y dejó tirada la defensa inglesa, es el mejor gol de la historia; el "Gol del Siglo" le llaman. El marcador final fue 2 a 1, a favor de Argentina. De ese partido, recuerdo a mi papá diciendo que Maradona había vengando a los argentinos y que los ingleses merecían la derrota. Mi padre no es alguien que sienta un amor particular por los argentinos, pero definitivamente los apoya durante las copas del mundo. Unos días después, en el partido para definir el campeón de México 86, mi hermano me dijo que apostáramos. Yo, tontamente, decidí apostar a favor de los alemanes. La apuesta fue de 100 pesos, de los viejos, de los que existían en moneda con Carranza en ella. Cuando llegó el final del partido mi papá estaba extasiado, lleno de alegría por el triunfo de Maradona y los argentinos. Yo, por otro lado, como niño enojón y berrinchudo que era, estaba hecho un mar de lágrimas. No era tanto que me doliera perder 100 pesos (ni siquiera era consciente del valor del dinero), si no que me frustraba no haber sabido que los alemanes iban a perder y que además todos los demás estuvieran tan felices.
Dice mi mamá que Maradona era mi héroe. La verdad no lo recuerdo. Tal vez yo lo decía porque veía que todos los demás lo admiraban. Tal vez de alguna manera sabía que lo que Maradona hacía con los pies era un talento difícil de encontrar. Era curioso ver a ese hombre, de aspecto poco atlético, moverse entre los jugadores contrarios con tal destreza que lo hacía ver fácil. Esa es una cualidad de los grandes, hacer que las cosas difíciles se vean como fáciles, algo que he visto tanto en los deportes como en la ciencia.
Cuando llegó el mundial de Estados Unidos 94, Maradona, además de los años encima, ya traía la mala fama de abusar de las drogas. Las expectativas de su desempeño ya no eran tan altas. Aún así, daba gusto verlo en la cancha, daba gusto ver que el futbol seguía en sus pies. Cuando fue expulsado del torneo por dar positivo en un control antidoping, fue un momento decepcionante. Recuerdo haber pensando que si tenía talento, fama, dinero ¿por qué tenía que arruinar su carrera metiéndose drogas? ¿Por qué nos tenía que privar a los demás de la posibilidad de verlo hacer alguna genialidad con sus pies?
Cuando alguien es un ídolo, los tendemos a idealizar y no verlos como lo que son: humanos, con todas sus virtudes y sus fallas. Y cuando esas virtudes son tan grandes, como si su humanidad buscara balancearse, las fallas parecieran magnificarse.
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